jueves, 31 de mayo de 2018

Los X Men del pasado... y del futuro

Un sentido homenaje al cosmos mutante en cinco partes

*Actualizado Mayo-2019* 





I. Del regreso de los cómics a los puestos de revistas. 

Los amantes del cómic en Popayán estamos de plácemes con su regreso a los puestos de revistas (o kioskos), lugar que hace más de 15 años abandonaron, tras la debacle de las editoriales que los traían y distribuían en Colombia (un tema que tratamos de soslayo en este fabuloso post).
Ello debido a la estrategia comercial del periódico El Tiempo (aprovechando el impulso popular que tienen hoy día las películas de Marvel Studios) de publicar la Colección definitiva de Novelas Graficas Marvel. Si bien muchos somos conscientes que el objetivo es meramente lucrativo (esos tomos se están vendiendo como pan caliente), estamos dispuestos a seguir el juego, pues por un precio realmente económico ($30.000) nos ofrecen ediciones muy buenas, en pasta dura, de aproximadamente 150-200 pgs en papel satinado, con coloreado renovado y rotulación muy cuidada. Pero lo mejor es la calidad del material publicado: historias en su mayoría sobresalientes, que se consideran fundamentales en el engranaje del gigantesco entramado del universo Marvel cómics. Algunas de ellas tenidas por verdaderos "clásicos" de la historieta de todos los tiempos.
Uno de los más emocionados es mi amigo Jonatan Lemos, quien ha organizado un club de lectura de las Novelas Gráficas Marvel donde semanalmente, bajo su moderación, se discuten de forma relativamente libre los aspectos constitutivos de cada entrega (características de la edición y sus diferencias con el original inglés, autores, argumento, etc...). Cualquiera que, leyendo esto, se sienta animado a participar, es bienvenido (favor escribirme en los comentarios del post para añadirlo a las invitaciones de facebook).

Personalmente, si bien me gustó mucho ver de nuevo los cómics en los puestos de revistas, evocando épocas más inocentes (en que, ansioso, casi salivaba con la expectativa de su llegada, haciendo gastar a mis padres dinero en revistas), no estaba particularmente emocionado hasta hace pocos días, cuando llegó la séptima entrega de la colección:
Días del futuro Pasado





Dicha edición recopila los números 138 a 143 de la serie Uncanny X-Men, publicados en 1980, y entre ellos se encuentra la historia que da titulo al volumen, que para los estándares actuales, en que un evento narrativo especial en los cómics de superhéroes (llamados, entre otros nombres, "sagas", "maxiseries", "macroeventos", etc) necesita por lo menos de 5 a 10 capítulos para desarrollarse, es sorprendéntemente corto (se desarrolla en los issues 141 y 142, solo 2 de los 6 recopilados, 44 paginas en total). Ese escaso numero de páginas fue suficiente para que Chris Claremont y John Byrne, los autores (guionista y dibujante respectivamente, a la par coargumentistas) ofrecieran al público una historia rebosante de situaciones emocionantes, algunas enrevesadas pero todas verosímiles (dentro del rango de las reglas implícitas en la lógica interna del cómic superheróico), de multitud de buenos personajes muy bien definidos capaces de generar todo tipo de reacciones en el lector, y con ello sentaron las bases para muchas historias posteriores de la serie y del universo Marvel en general. Su influencia aun se hace sentir dentro del medio, siendo  apabullante la cantidad de revisitaciones que ha tenido, de homenajes, de asociaciones con la estructura argumental de cientos de otras historias, de alegorías y/o parodias en los casi 40 años desde su publicación. Es tal que su solo nombre y todo el entramado ficcional que evoca ha trascendido a otros medios (en 2014 la quinta entrega cinematográfica de los X-Men se tituló así, "Days of Future Past" a secas). 


Muy entretenida película, pero es un pálido reflejo de lo que la historia original y sus ramificaciones pueden ofrecer 


Ahora, qué tan maravillosa sea la historia quedará a opinión de sus miles de lectores (a mi me encanta, pero pienso que hay otras mejores; a otros directamente les aburre), pero es innegable su importancia para el universo Marvel en particular y el cómic en general.

Pero, repito, la excelente edición de Salvat que ahora está distribuyendo El Tiempo, no solo trae la mencionada historia, sino que añade cuatro números que la anteceden, que por si solos no constituyen un arco argumental claramente diferenciable, y que podrían parecer capítulos "de relleno" para aumentar la expectativa a la historia que nos están vendiendo, pero la solidez narrativa de esos números, donde cada escena, cada acción de los personajes y cada dialogo entre ellos importan, hace que su lectura sea fundamental no tanto para entretenernos (las 44 paginas de Days of Future Past son más que suficientes para lograr ese objetivo) sino para hacernos sentir, como lectores, que nos sumergimos en un universo ficticio mucho mas rico y elaborado de lo que a primera vista aparenta. Gracias a esta recopilación, que nos ofrece aproximadamente 6 meses de cronología editorial, percibimos lo que las adaptaciones a series de TV o películas no nos han podido ofrecer: la sensación de estar ante una "historia-río" muy viva, que se desarrolla de manera orgánica y pausada, y cuya fortaleza se va hilvanando con el tiempo y no depende de los golpes efectistas de los llamados "mega eventos".  
Por el contrario, es la solidez en la construcción de los personajes y las relaciones entre ellos, y cómo se ven afectados emocionalmente por los eventos cotidianos y extraordinarios que viven día a día el verdadero motor de la historia, lo que le permite avanzar y evolucionar, logrando una mayor empatía con el lector. Como ejemplo de lo anterior, y como abrebocas, la primera pagina de ese número (y del tomo de Salvat) es bastante elocuente. 




Claro que la desventaja de una "historia-río" es que al abordarla un nuevo lector, puede verse  perdido en la complejidad que implica el bagaje editorial de la misma. Sin embargo, una de las ventajas de esta edición es el recuento que en el primer número (el N° 138 original) se hace de la historia previa de los X Men. Claremont y Byrne hacen gala de un sobresaliente ejercicio de concreción al rememorar, en solo 20 páginas, 17 años de recorrido editorial, por  medio de un Scott Summers ensimismado, que recuerda con adolorida nostalgia su vida desde que se unió a los X Men.

Cada evento importante publicado en los 17 años anteriores es revisitado de manera concisa pero cautivadora en las viñetas de John Byrne y los textos de Claremont, deteniéndose más en los instantes emocionalmente significativos  para los personajes (y no en los momentos de acción o de grandes batallas)

Ese "resumen" que nos ofrecen los autores hacen de este número y de este recopilatorio una oportunidad inmejorable para acceder a la mencionada "historia-río". Es ideal sobre todo para los nuevos lectores, que conociendo muy poco (solamente la representación cinematográfica, por ejemplo) o nada de los X Men quieran introducirse en el enorme y asombroso cosmos mutante sin fracasar en el intento al verse abrumados por su inmensidad. Esa es precisamente una de las principales razones que llevan a los nuevos lectores al abandono de esta serie, el temor real o infundado de no lograr asimilar  la "gran carga de pasado" que traen estas historias.

Así entramos en el meollo del asunto, y la razón por la que quise escribir este post: plantear la cuestión de si realmente son tan difíciles de abordar los cómics del universo de X Men por alguien que no los ha leído desde su temprana juventud, y en tal caso, que etapa o historia es más recomendable para introducir a un lector novel. 
No pretendo en este espacio dar alguna sentencia fundamentada, solo manifestar mi opinión de lector consumado y conocedor del corpus creativo que constituye el cosmos mutante.
En tal sentido, prefiero, antes que recomendar ciegamente alguna forma de acercarse a este universo, compartir brévemente como fue mi contacto inicial con este corpus ficcional, y de que forma fue afianzándose en mi estima hasta llegar a al inmenso cariño que me genera actualmente. 



II. Del paso a la adolescencia en compañía de mutantes como uno.

Mi acercamiento a los X Men, como la gran mayoría de los niños-jóvenes de nuestra generación noventera, fue a través de la serie de dibujos animados, que apareció cuando yo no tenía más de 10 años y me dejó boquiabierto, tanto por los dibujos, como por la acción a raudales, como por la espectacular intro de la que a día de hoy aún tengo su música resonando en mi cabeza.

Pero sobre todo porque la cantidad de historias y sus ramificaciones eran casi inagotables y hasta ese momento no nos habíamos encontrado con un mundo ficticio tan rico y tan lleno de posibilidades.
A lo largo de sus capítulos nos contaban que los X-Men eran un grupo de superhéroes (y villanos), cada uno con un poder o habilidad distinta, pero todos ellos compartiendo la característica de ser mutantes. Esto lo explicaban como parte de un mundo contemporáneo en el que, a modo de ucronía paralela, en algún momento de la Historia, y debido a la exposición a factores ambientales como la radiación atómica (y otros que realmente nunca se molestaron en explicar del todo), los seres humanos nacidos en la segunda mitad del siglo XX podían tener "el Gen X"y ser proclives a desarrollar en la adolescencia una mutación que les confería en muchos casos habilidades sobrehumanas tildadas de forma simplista como "poderes". En la mayoría de los casos, realmente, lo que les generaba era una serie incesante de problemas por el rechazo de la sociedad a estos individuos extraños.
El motivo real detrás de esta potente idea fue la necesidad de crear, en el boyante mercado superheróico norteamericano de principios de los 60s, nuevos personajes cuyos poderes no necesitaran una explicación individual (como Superman o Linterna Verde), permitiendo a la editorial Marvel (bajo la dirección creativa de un Stan Lee desatado) desplegar, a través de estos seres, las más pintorescas y estrafalarias habilidades o "poderes" justificándolos con el  "...es que es mutante".
Por ese entonces a nosotros, ávidos de acción y aventuras, no podía importarnos menos. Queríamos ver batallas, ver los poderes manifestados al máximo, al tiempo que fantaseabamos con nosotros mismos teniendo esas habilidades. Los "rankings" que hacíamos entre amigos eran cosa bastante común ("Wolverine es más poderoso que Cíclope, pero Magneto más poderoso que Wolverine, pero Apocalipsis más poderoso que Magneto", y así, en un circulo vicioso de nunca acabar), y las discusiones sobre qué había sido lo mejor del capítulo de la semana anterior alimentaban nuestras tardes post-colegiales.
En ese entonces la sutil analogía entre el concepto de los mutantes y la sensación de extrañeza y alienación social que genera la llegada a la adolescencia escapaba a nuestro impresionable razonamiento juvenil, pero en el fondo nos sentíamos un poco identificados con ella, con la idea de "ser especiales e incomprendidos".  Lo que se nos pasaba totalmente por alto eran las otras analogías: el racismo inherente a la evolución estructural de la sociedad USamericana, la consecuente lucha por los derechos civiles, la evidencia de la intolerancia dentro de las sociedades civilizadas y un largo etcétera que la serie animada sugería muy solapadamente, sepultadas por el espectáculo colorido de las escenas de acción y los rayos de poder.

Para resaltar lo expuesto en el párrafo anterior, un extracto de God Loves, Man Kills - 1982.

Una de las mejores historias jamás publicadas en formato comic book

Hoy, 25 años después, sin demeritar el valor de esa serie, que me introdujo al cosmos mutante, el recordarla me genera cierta sensación agridulce, pues está casi exclusivamente inspirada en los diseños de Jim Lee, dibujante que revolucionó (no completamente para bien) la industria del cómic de superhéroes en los noventas.   
Aquí me meto en un terreno pedregoso, pues este autor tiene sus defensores a ultranza y aun hoy hay miles de fans que piensan que su llegada fue lo mejor que le pudo pasar a los X Men y estos no serían nada sin él.
Para aclarar un poco lo anterior, debo explicar que fue él quien creó la silla levitatoria del profesor Xavier, que cambió los diseños de los uniformes de los X Men, que redibujó a las mujeres X como unas voluptuosas amazonas futuristas, que estableció a Magneto como un fanático hiperpoderoso e hipermusculoso cegado por el odio (a ver, tanto los “buenos” como los “malos” eran hipermusculosos, y las X Women eran todas modelos talla 34 D o similares), y muchos cambios más que para nosotros son básicamente el statu quo de lo que en ese entonces conocimos como X Men.


Con ese físico hipervigorizado, lo de odiados y perseguidos por extraños y diferentes no se lo cree nadie.

Acostumbrados como estábamos a la imagen de arriba como representación estética de lo que eran para nosotros estos personajes, la película del 2000 dejó a muchos de mi generación intrigados, pues cambiaba un poco la rimbombante espectacularidad vista en los dibujos animados, por un concepto más sobrio, oscuro, de paranoia por el miedo a lo distinto. Menos mal, la película ayudo a diluir la visión de héroes apolíneos y heroínas voluptuosas que se enzarzaban en luchas hipebólicas, para darnos un poco más de la verdadera esencia del concepto de hace 50 años: personas comunes y corrientes, con su vida cotidiana trastornada por una condición de nacimiento (no necesariamente virtud o “superpoder”) que nunca pidieron y que los determina para bien o para mal (siendo "para mal" el desenlace más frecuente).

Una mejora sustancial, pero aun lejos de lo mejor de los X-Men

Las películas me gustaron mucho, pero siento que aún se quedaban cortas, ya que no se atrevían a explorar a profundidad a cada individuo del grupo y las interacciones dentro de este, sino que se quedaban en una zona de confort que les permitía explotar los factores que generaban atracción y gusto masivo por ellos (ejemplo: que Wolverine sea un rudo, huraño y casi invencible luchador cuyos métodos a veces son mejores que los de un cíclope estirado y apocado; o una Jean Grey que no puede evitar la química que el bruto aquél ejerce sobre ella, en detrimento de un ninguneado Cíclope) sin llegar a ahondar en por qué son así, o que circunstancias los han llevado a construir y caracterizar esa personalidad que de tan marcada es casi arquetípica.
Debo decir que de las 6 películas de X Men (y 3 de Wolverine), en la que más siento que se respira el "sabor clásico" de los X Men, en la que mas se intenta profundizar en las razones que llevaron a establecer las motivaciones de estos personajes es en First Class, y por ello es la que más me gusta. Las demás son mucho más desdibujadas en mi opinión.



Siendo de todos modos una opción de entretenimiento más interesante que la que nos brindaba la TV, no aminoró la impresión de cierto vacío argumental que ya desde las épocas de los dibujos animados percibíamos de manera inconsciente en la estructura del universo ficcional que nos ofrecían.
La respuesta a esa búsqueda de una mayor consistencia en la construcción de las historias la encontramos (algunos antes que otros) unos años después de la serie animada, en los cómic books originales, el medio que los había visto nacer.
El filón de historias que se nos prometía con la lectura de una sola de esas revistas hacia palidecer hasta lo irrisorio lo que habíamos conocido en la serie de televisión.
Y fue así como (algunos más que otros) nos dejamos conquistar para siempre por ese maravilloso placer que es la lectura de cómics en general, y el disfrute de los cómic books de superhéroes en particular (un tema que tratamos de manera mas amplia en esta fabulosa reseña)



III. De las injerencias editoriales detrás de universos ficticios, y de los héroes y villanos detrás de ellas. 

Entrando en materia, el propósito de orientar a un neófito en cómics de los X Men sobre la mejor forma de iniciarse en su lectura no es un asunto sencillo, pues si bien cualquiera puede conseguir mucho de lo publicado a lo largo de mas de 50 años de historia (la gran mayoría disponible en medio digital), y por su propia cuenta aventurarse a leer lo que le parezca visualmente más atractivo, ello también puede tener como riesgo que aterrice en alguna etapa argumental muy floja (que las hay, muchísimas, algunas pésimas), y se malogre para siempre su experiencia de lectura de X Men.
De nuevo, no quiero imponer opciones (puede que otros conocedores difieran totalmente de mis gustos, e incluso los rechacen como una opción valida para acercar a lectores nóveles a estos cómics),  sino más bien compartir algunas de mis experiencias lectoras que podrían servir como ejemplos a tener en cuenta para el lector nuevo, abrumado ante tantas posibilidades.

En el 2009 tuve la fortuna (en medio de una larga convalecencia) de encontrar páginas de descarga de cómic digital gracias a las que pude conseguir la mayor parte de la bibliografía de los X Men de los primeros 25 años, periodo después del cual las publicaciones aumentaron de forma exponencial, con una calidad que generalmente era inversamente proporcional a la cantidad de revistas publicadas.
Me di así el gusto de leer desde el primer número, publicado en 1963 de la mano de Stan Lee al guión y Jack Kirby al dibujo, de forma lenta, paladeando cada capítulo, hasta bien entrados los 80s, en que los X Men empiezan a írsele de las manos a Chris Claremont, su verdadero “padre”.
El X-Men N° 1, 1963. Los cinco integrantes originales: Cyclops, Beast, Angel, Iceman y Jean Grey, enfrentándose por primera vez a Magneto.

¿Pero es esa la mejor forma de leerlos? La primera etapa, aunque interesante, adolece de cierta inocencia que raya en la simplicidad, que dificultaría que alguien como yo, un fanático que quiere convertir a un neófito, lo logre con contundencia.
Tal vez sería mejor empezar por lo más familiar para el recién llegado. La etapa hiperbólica de Jim Lee, pues sus diseños de personajes se han grabado en el inconsciente de los de nuestra generación.
En esta etapa hay muy buenas historias, llenas de acción, de giros inesperados, de exaltación del superheroismo, de su triunfo y tragedia. Pero sinceramente, mirando con un sentido más crítico que el de hace 20 años, la calidad argumental de esas historias muchas veces flojea, y en ocasiones flojea demasiado, casi hasta la vergüenza ajena. Y aquí retomo mi diatriba recelosa contra Jim Lee, de quien estoy de acuerdo en que es un gran dibujante, que trajo frescura estética a los X Men, pero cuya injerencia editorial  (sin dejar de reconocer el infame papel de ciertos advenedizos en las altas esferas gerenciales) llevó a una época (laarga) argumentalmente oscura en dichos cómics, desvirtuando la esencia con que fueron escritos originalmente, la esencia que con mimo, cuidado y dedicación fue cultivada a lo largo de 16 años por Chris Claremont.

Y es que el disparo de las ventas de los cómics de X Men llevó a estrategias editoriales nefastas, como dejar las historias a cargo de los dibujantes, haciendo de los guionistas meros junta-letras al servicio de los primeros. Los personajes, para quien los había conocido desde su creación, se desdibujaron hasta perder mucho de lo que los hacía identificables, tornándose planos, vacuos, a pesar de lo cual la labor mediática de los dibujantes estrella, que enceguecía la pobre calidad del producto, se vio impulsada por lo nunca visto: ventas de millones de ejemplares de los números de las revistas del universo X. La X Men N° 1 (un relanzamiento, paralelo a la serie madre, Uncanny X Men, en 1991) tiene el récord histórico de más de 7 millones de ejemplares vendidos.
La famosa portada del N° 1 de X-Men (Vol. 2)

Una de las estrategias que inflaron el numero de ejemplares vendidos: Cuatro tiradas del mismo número con portadas distintas.
 
Obviamente, forrándose como estaban los jefazos de la editorial (que en el fondo es una empresa más y se rige por los mismos lineamientos mercantilistas) no iban a detenerse a pensar en fruslerías como la calidad argumental, si se trataba tan solo de productos que había que potenciar y seguir potenciando a nivel de producción económica. Así que los dibujantes (Jim Lee y otros que llegaron en los 90s) eran intocables. Tanto lo eran que se podía prescindir de todos lo demás, relegando a alguien como Chris Claremont, quien verdaderamente es el genio que hizo de estos personajes lo que son, a la ignominia más absoluta. Esa situación tarde o temprano tenía que reventar, y Claremont se cansó del maltrato recibido, así que renunció tras 16 años ininterrumpidos de darnos lo mejor. Esa es la principal razón por la que no me cae bien Jim Lee, porque básicamente empujó la salida de Claremont.

Claremont (junto a su editora Louise Jones) en los años dorados. Su etapa creativa a cargo de los X-Men (1976-1991) sigue considerándose una de las mas importantes en la historia del medio.

De todos modos a la Marvel Comics le salió el tiro por la culata, pues Jim Lee y sus amigos, dándose cuenta del poder que tenían, se marcharon a crear su propia editorial y ser ellos mismos sus jefazos y forrarse directamente con su trabajo (la realidad al final fue distinta, pero eso es otra historia muy dispendiosa de contar en tan poco espacio).
Abajo, en el centro, Jim Lee, acompañado de los otros 6 grandes artistas fundadores de Image Comics (Arriba, segundo de izquierda a derecha, el denostado Rob Liefeld... cuya polémica influencia en el cómic de superhéroes será contada en otra ocasión)

Años después esas ventas exageradas mostraron ser parte de una burbuja especulativa (coleccionistas que compraban hasta 30 ejemplares, pensando que en 30 años iban a tener un valor en el mercado 1000 veces superior al actual, como sucedió con los primeros números de Superman o Batman de los años 30s, que actualmente rondan algunos el millón de dólares) que al final llevó casi a la bancarrota a la Marvel Comics.
Entonces no. Y a riesgo de encontronazos con otros buenos amigos, versados (más que yo) en el noveno arte, definitivamente no quiero que un neófito entre al mundo literario de los X Men a través de esa etapa “oscura”.


IV. De como los mutantes de los comic books eran muy  distintos a lo que nos imaginábamos

¿Por dónde empezar entonces,? Si hay decenas de miles de páginas publicadas de los X Men?
Ya al principio del artículo mencioné la nueva edición de Salvat de Días del futuro Pasado como una excelente opción para introducirse en el cosmos mutante. Sin embargo, a pesar de ser una gran historia, como mencioné antes, hay otras que me gustan más.
Llego a la conclusión, guiado más por factores emocionales, que una buena forma de empezar es de la forma que yo lo hice, casi arbitraria y sin un orden claro.
Para aclarar lo anterior me remonto al año 95, ya con 12 años, cuando ingresó con fuerza la editorial Vid mexicana en Colombia, trayendo ediciones de superhéroes “clásicos” (Superman, Batman, etc) en formatos que nunca había visto, de casi 100 pgs, “de lujo” comparados con las clásicas revistas de 15 x 10 cm grapadas de 32 páginas con las que me crié. Ese fue un momento de inflexión en mi vida de lector de cómics pues mi pasión por los mismos se disparó, empezando desde entonces a coleccionarlos (no como un especulador, sino como un adorador agradecido con los momentos maravillosos que me han hecho vivir). Dentro de ese despliegue de títulos llegó un tomo especial, llamado “Atracciones Fatales”, publicitado como la historia definitiva de Magneto (de un magneto “renovado” bajo el diseño de Jim Lee, casi un fanático sociópata) que, lo acepto, me gustó bastante en su momento.
De los primeros tomos de X-Men que llegaron a mi colección, a finales de 1996.

En sus solapas se hacía publicidad a otra publicación próxima, “De las Cenizas” que era “la continuación de la saga de Fénix Oscura”. Del Fénix solo sabía lo que muchos vimos en la serie de dibujos animados. Un ser que posee a Jean Grey dándole un poder de dimensiones cósmicas. Así que fui fácil presa de la curiosidad.
Corría febrero del ’97 cuando salió esa edición en las tiendas de revistas y me apresuré a comprarla. Desde la portada me di cuenta que había algo distinto. En primer plano Jean Grey-Fénix, con un traje mucho menos exuberante que al que nos había acostumbrado la serie de TV y los cómics más recientes. Alrededor, en segundo plano, algunos de los X Men conocidos, pero con trajes que me hacían sentirlos distintos, un poco ajenos; y junto a ellos, una variopinta cantidad de personajes desconocidos o irreconocibles para mí.

Este tomo fue el primer y mayor tesoro de mi biblioteca de X Men

Pasada la primera impresión de la portada me dispuse a adentrarme en sus páginas.
Al avanzar poco a poco en la lectura me encontré con algo muy opuesto a mi idea de los X Men hasta ese momento. Sí había elementos en común, reconocibles parcialmente, pero no veía por ningún lado las dosis de acción que esperaba encontrar. Los diseños de vestuario eran absolutamente corrientes, casi pedestres. No había mujeres exuberantes ni tipos hipermusculosos. Solamente eran individuos ordinarios que hablaban, y hablaban, y hablaban...
Y hablaban...

... y hablaban.
Para muchos de los fanáticos más modernos, que dediquen media pagina a mostrar como el héroe sale de su habitación, baja las escaleras, deja la maleta en la mesa y abre el ropero para sacar un abrigo se les hace insufrible. A otros nos parece una muestra del mimo y profesionalismo con que los autores dotan de realismo el minuto a minuto de sus personajes.   

Y a pesar que con el paso de las viñetas reconocí a personajes emblemáticos como Cíclope, el profesor Xavier o Wolverine, había en ellos algo nuevo, más complejo y difícil de aprehender que al principio me generó desconcierto e incomodidad, pero que a medida que pasaba las paginas me atrapó de forma lenta pero contundente e irreversible. Tal vez fue la primera vez que dejé de ver a Cíclope, Wolverine, Tormenta, o el profesor Xavier, y pude ver a Scott, Logan, Ororo o Charles; los seres humanos que había detrás de los superhéroes a los que nos habían habituado. Fui testigo de sus dudas, de sus alegrías, de su entusiasmo incauto, de sus inseguridades y de la cotidianidad de las relaciones entre ellos. Ese cambio estaba fundamentado en unos diálogos adultos, claros, llenos de matices, como lo son los diálogos corrientes entre personas que se quieren, se detestan, o se recelan; diálogos soportados además por cuadros de texto explicativos que rehuían el clásico y manido “mientras tanto” y contenían frases profundas, a veces aquejadas de cierta afectación lírica, pero siempre cargadas de sentido. Empecé a disfrutar de una historia de personajes, no de superhéroes, de personas vulnerables, que triunfan, que fracasan e intentan levantarse, y no solamente en batallas épicas, sino en batallas cotidianas, en sus relaciones afectivas, en su lucha por ser comprendidos en un ambiente  hostil a las diferencias. Y creo que ahí empezó mi verdadero cariño por esos personajes.


V. De como la lectura de "De las Cenizas" se convirtió en la mayor fuente de dicha que me ha brindado un cómic de superhéroes.

Hoy día, cuando muestro algo de esa etapa a amigos que no la conocían, se sorprenden de ver a sus superhéroes de película inmersos en algo que parece, en el peor de los casos un culebrón, y en el mejor de los casos una historia de tintes dickensianos o balzaquianos, pero que antes de alejarlos como lectores, a algunos de ellos les genera inmensa curiosidad, empatía más rápida y profunda que la que generan las películas, sintiendo mayor ansiedad, antes que saber con qué villano se van a enfrentar, con la posibilidad que Scott Summers (un acomplejado con pobre educación socioemocional)  diga o haga alguna cosa que eche al traste su cita con Madelyne Prior, o que Kitty Pryde, caprichosa como es, se resista a gritarle “idiota” al profesor Xavier, su figura de autoridad; o que Ororo (tormenta) pasando por una etapa de hastío emocional y cansancio físico decida hacer un cambio de look, tanto físico como emocional. Ese y otros múltiples ejemplos que nada tienen que ver con la idea de superseres pegándose los unos con los otros.  


Esta sola viñeta define a Kitty Pride mil veces mejor que cientos de historias posteriores de otros autores.

Los cambios de look de los personajes representaban en el fondo un conflicto personal con resonancias en los demás compañeros (puto genio Claremont!). No eran solo caprichos estéticos de los dibujantes, sino que tenían una razón de peso.  

A través de esa estrategia narrativa, ese cariño en la construcción de personajes, esa dedicación a la estructurada evolución de sus personalidades es que logra uno enamorarse de ellos, de su historia, de sus historias
Y de esa forma, la forma en que de verdad sentí que estos personajes eran algo especial, es la forma como me gustaría que un neófito en los cómics de los X Men entrara a ese universo impreso. Con la llamada saga “De las Cenizas”, que para mí es la quintaesencia de lo que son los X Men reunido en pocos números: del Uncanny X-Men N° 168 al 175 de 1983, bajo la batuta del genio sensible de Chris Claremont y los suaves y elegantes trazos de Paul Smith.

Ya para acercarnos al final, necesita el neófito cierto bagaje para enfrentarse a esta saga? Sí y no.
Es cierto que debemos contextualizar un poco la etapa en la que estamos, donde Jean Grey hace un tiempo que murió como Fénix Oscura y Scott intenta recomponer su vida; al mismo tiempo hay un nuevo grupo de estudiantes de la Xavier´s School llamados los Nuevos Mutantes y la jovencita pero voluntariosa (y caprichosa) Kitty Pryde, que ha pasado muchos peligros junto a los X Men pero por su edad no debería correr esos riesgos, es enviada por el profesor X de manera autoritaria con los "bebés X" como Kitty los llama (aunque sean de su misma edad). Circunstancias mas rutinarias, como que Nightcrawler mantiene una relación con una azafata llamada Amanda Sefton, que Ángel hace lo mismo con una chica llamada Candy Southern, o que Scott Summers ha empezado a salir con una capitana de barco llamada Lee Forrester,  entre otras situaciones.



Que bonito es caminar por la playa al atardecer junto a la chica que te gusta...
Hasta que surgen las preguntas incómodas

"- Volverás de visita? o a quedarte?
- No lo se... te ves diferente
- Me dejé crecer el cabello... No cambies el tema!
"
Hay muchos escritores que pueden dotar de humanidad a personajes ficticios a través de los diálogos, pero muy pocos  logran que la sutileza de su conversación sea tan natural que uno sienta que las está viviendo junto con ellos (tal vez porque uno ha pasado por situaciones demasiado similares). En una sola viñeta notamos toda la carga emocional  que hay entre los dos personajes, a través de la incomodidad de Scott frente a la solapada exigencia de "algo más claro" que le hace Lee.  

Cuando por fin tienes una noche libre para disfrutar con tu chica, el calvo pesado de tu jefe te daña el plan con trabajo extra. 


El no conocer todos esos datos no desestima para nada la lectura de esta saga. Tal vez precisamente el no ahondar en detalles sea lo que permita el disfrute de comprender por primera vez, de verdad, quienes y como son los X Men, y conocer asimismo de manera desenfadada a personajes “clásicos” (para uno, que es lector consumado) como los Morlocks (y Calisto, su lider), Rogue, Carol Danvers (Aquí un paréntesis, pues tras más de 20 años de conocerla por primera vez, el haberla "visto crecer" hasta convertirse en una poderosa Captain Marvel de rabiosa actualidad cinematográfica me llena de un ridículo y orgulloso cariño), y otros, muchos más, que desfilan por primera vez en esta saga.
Punto aparte especial para uno de mis personajes favoritos, que hoy día está muy desvirtuado por decisiones editoriales que no voy a entrar a discutir en esta ocasión, pero que desde que la conocí, en esta saga, en su primera aparición, es uno de los personajes ficticios más encantadores con los que me he encontrado nunca, uno de los que mas empatía me ha generado, y cuyas vicisitudes me han hecho sentir, de manera más intensa que con otros, una montaña rusa de emociones que no hace sino aumentar el cariño que le tengo a los X Men: Madelyne Prior, en su primera aparición, y su relación naciente con Scott Summers, tema alrededor del que gira en gran parte, aunque no exclusivamente, esta saga. 


Claremont y Smith, en solo 3 viñetas logran generar una expectativa que va en aumento hasta que...

Boom! Tan apacible y suave que parece esta escena, y el bombazo atómico que representa la primera aparición de Madelyne Pryor, es comparable, para mi, al impacto de la primera aparición de Mary Jane Watson en Spiderman. 

Maddie, una mujer completamente normal, y por ello mismo maravillosa. No es "mutante", no tiene ningún superpoder, lo que no le impide ser una heroína en su vida diaria y en su trabajo como piloto de North Star Airlines.
Una grandiosa mujer que se enamora de un tipo tímido, ingenuo, que por azares de la vida es mutante, y a Maddie, como el ser humano genial que es, no le importa "lo que es" sino "quien es" Scott Summers.








Y es que en Madelyne Pryor Claremont concentra dos de sus grandes fortalezas como escritor: 
La primera, el valor que le da a los personajes secundarios como sostén y cimiento de las acciones de los personajes principales, rompiendo (como buen discípulo de la innovación iniciada con Stan Lee) con la concepción más simplista del cómic superheróico de la edad de plata, en que el Villano era el puntal sobre el que se fundamentaban las acciones del superhéroe. 
La segunda, la madura y firme caracterización de los personajes femeninos. Sus mujeres son autenticas, tal vez mucho mas tridimensionales que sus contrapartidas masculinas, están llenas de matices y son sobre todo muy muy fuertes. Y esa fuerza no significa equiparar sus poderes con los de los personajes masculinos (como Jean Grey conviertiéndose en Fenix, un ser que puede poner en jaque al universo entero; o que Storm pueda manipular las fuerzas ambientales de todo el globo; o que Rogue sea mucho mas fuerte que Coloso), sino mas bien el carácter y la resolución que demuestran en cada viñeta y cada página. Maddie no necesita ningún superpoder para que nos demos cuenta que con lo que dice o hace pone a temblar a Scott Summers; Kitty Pryde no se amilana ante el hecho de que Xavier sea su director, para ella él esta equivocado y se lo va a demostrar como sea. No son los típicos "floreros" a los que las historietas antiguas nos habían acostumbrado, como manifestación inconsciente de un machismo hondamente arraigado en la cultura popular.
Retomando la importancia que se les da a los secundarios, Maddie también funciona como un nexo entre el lector y la historia que está leyendo. Como espectadores de lo que sucede, nos identificamos con el proceso de introducción de Maddie en el mundo de Scott y sus congéneres mutantes. Nos permite así sentir, no solo que leemos y disfrutamos esta historia, sino que en cierto modo participamos en ella, disfutándola aun mas.



"Quien es esta gente!? Donde carajos me has metido!?"

El espacio no nos permite ahondar todo lo que podríamos en los muchos aspectos maravillosos de esta obra, pero espero que con todo lo expuesto, haya quedado claro el porqué de mi entusiasmo con la lectura de los X-Men, y las razones de mi devoción hacia sus historias. Ojalá haya servido también para que cualquier lector nuevo decida lanzarse de lleno en la lectura de estos cómics. Sea en la etapa o historia que sea, en mayor o menor medida, el universo mutante siempre tendrá mucho que ofrecer al lector que llegue sin recelos, dispuesto a dejarse asombrar en muchos sentidos, desde lo más grandioso, hasta lo más sutil y delicado.
Hay muchas cosas que quedan en el tintero que, si el tiempo lo permite, y los lectores muestran interés, podremos ampliar en futuras reseñas.
Mientras tanto, y para terminar, porqué carajo Scott Summers se asusta tanto al ver por primera vez a Madelyne Prior?


Tal vez el lector novel no esté familiarizado con los sutiles cambios estilísticos entre un dibujante y otro, que pueden desorientar un poco al abordar cada artista a un personaje cuyas características físicas han sido definidas hace muchas décadas, pero sobre las cuales pueden hacer variaciones que se ajusten más a su estilo artístico personal.
En resumen, para los neofitos, que hasta este momento no lo hayan notado (y es uno de los puntos fuertes sobre los que gira la trama entera de "De las Cenizas") Madelyne Prior es igualita a la difunta Jean Grey!



Y aquí un escritor menos talentoso tiraría de un recurso efectista tipo "La verdad es que... soy un clon, muah-jah-jah" o similar. Claremont no, Claremont (por lo menos en esa temprana década de los 80s, antes que las circunstancias lo obligaran a  rizar el rizo en sus argumentos, para ajustarse a las expectativas comerciales de la editorial) es fiel a si mismo y a su método de contar historias y prefiere explorar las consecuencias emocionales que en una mujer puede provocar el darse cuenta que el tipo del que se está enamorando la haya buscado porque se parece a su ex novia.

Y, para no entrar en spoilers, hacemos como Maddie y nos despedimos, esperando encontrarnos en el futuro en las páginas de otro buen cómic de mutantes.
Hasta pronto.