jueves, 27 de diciembre de 2018

El Botones Octogenario


Los 80 años de Spirou (y Fantasio... y Spip)



Estas navidades me di el gusto de regalarme un libro precioso. El tercer tomo recopilatorio de la etapa de Franquin en Spirou y Fantasio. Trae 3 historias clásicas que nunca pude conseguir antes (El cuerno del rinoceronte, El dictador y el Champiñón, La Máscara), y varias paginas de extras que hacen más jugoso el disfrute del libro. 



El esfuerzo que está haciendo la editorial Dibbuks (que tiene desde el 2015 los derechos en español del personaje y pretende en los próximos 5 años editar todo el catálogo de sus 80 años de existencia) es digno de todos los elogios, pues el mimo con que está editado ese material no tiene comparación. Y lo merece, ya que Spirou (y la revista que lleva su nombre) es uno de los colosos del cómic franco belga que está a la par de Tintin. Aquí los amigos que casi no leen historietas exclamarán de sorpresa. Y los que leen y conocen la importancia de Tintin en el medio exclamarán de irritación ante semejante exageración, pero lo repito y lo sostengo.
Y para apoyar esa afirmación aprovecharé este espacio, para dar a conocer un poco el personaje a los neófitos, y para reivindicarlo ante los lectores de (otras) historietas, cumpliendo asimismo un justo reconocimiento a su 80 aniversario (antes que acabe el 2018).
Tiene los mismos años que Superman (y en este blog pueden encontrar algunas reseñas celebrando dicho onomástico), pese a lo cual  es poco conocido en nuestros lares. Evidentemente no ha tenido el despliegue mediático de los famosos superheroes, pero ademas su divulgación y distribución en latinoamerica ha sido muy inferior a otras historietas europeas como el mencionado Tintin, u otras también muy famosas, como Los Pitufos o Asterix.
Tal vez es conocido solo por verdaderos amantes del cómic, y quienes se hayan cruzado con el sin serlo, en algunas ocasiones lo mirarán con condescendencia asimilándolo como una copia de Tintin (algo que incluso a mi me pasó apenas lo conocí). Es tal su poca acogida, su poca fama en este hemisferio que no conozco personalmente a nadie que se hubiera leído alguna de sus historias sin que se las haya prestado yo mismo.
Sin embargo su popularidad y el cariño que se le profesa en Bélgica y en el resto de Europa es inmenso, asociándose incluso, como Tintin, a la identidad cultural belga.

Mural de Spirou en una calle de Bruselas
Una descripción corta de Spirou (para los que solo quieren leer hasta aquí) es la de un joven pelirrojo vestido de botones de hotel, que vive inimaginables aventuras a lo largo del globo, junto con su inseparable ardilla Spip, su mejor amigo Fantasio, y multitud de personajes que van apareciendo a lo largo de sus historias.



Pero esa descripción genérica (que se podría ajustar a Tintin, cambiando la ardilla por Milú y a Fantasio por Haddock) se queda muy corta. Como personaje y como creación Spirou es mucho más.
Y para explicarlo un poco mejor empezaré contando brevemente como lo conocí y como llegó a ser tan importante en mi vida de aficionado al cómic.
No puedo decir que haya sido compañero de mi niñez. Ese puesto está reservado, ademas de los superheroes, a los casi omnipresentes Tintin o Asterix. Incluso antes de conocerlo, tuve contacto indirecto (como muchos niños de mi generación) con un producto íntimamente relacionado, un personaje traído a nosotros por la todopoderosa Disney a través de su canal por allá por 1994: 
Lo reconocen? No es creación del estudio Disney.

Solo tiempo después supe que el Marsupilami no era una creación noventera de Disney, sino que venia paseándose por el medio gráfico desde hacía casi medio siglo, aparecido por primera vez de la mano del genial Franquin, en el volumen Spirou y los herederos.

Grande fue mi sorpresa años después cuando reconocí al Marsupilami en un libro de historietas, en compañía de 2 muchachos con aire inocente pero resuelto, que asumí que debían responder a los nombres de la cabecera de la portada:


Tenia 14 años cuando me hice a este ejemplar. Fue la primera vez que fui a Bogotá y conocí la Librería Francesa, donde encontré muchos ejemplares viejos de historieta francobelga (la "corriente" artística de Tintin o Asterix) de los que nunca había oído hablar.
La Mina y el Gorila, en esa edición de la extinta Junior Grijalbo, abre con la presentación de los personajes, recurso clásico, que en el momento en que lo leí me pareció un poco manido. No tenia la sutileza profesional que veía en mi (entonces) adorado Tintin (que consideraba la historieta más perfecta jamas realizada). El argumento se me antojaba ya visto (en alguna otra de tantas historias de aventuras africanas tipo safari).



El guión, siendo bueno, no logró cautivarme. Los personajes principales, un par de adolescentes mayores o jóvenes adultos aventureros bienintencionados, pero poco carismáticos, no lograron generarme empatía. Entre ellos estaba el mencionado Spirou, que para colmo de males tenia un mechón de pelo prominente, simil del de Tintin.


Incluso un primo mio al ver el ejemplar comprado me dijo lo que yo ya había pensado al leerlo. "Chevre, pero es como una copia de Tintin, no?" Auspicios poco favorables para un personaje y una colección que 20 años después se ha convertido en una de mis favoritas, con un cariño inmenso a la par del que le tengo a Tintin (en ocasiones incluso mayor).

Cuando cambió este concepto para mi? Dos años después, al volver a Bogotá, encontré un aluvión de cómics en varias librerías, sobre todo en la Lerner. Debido a su elevado precio solo podía hojear superficialmente los libros, pero eran tantos y tan variados los  personajes y argumentos de las distintas series de historieta francobelga, que noté como se abría otro universo de posibilidades inagotables al apetito casi incontrolable de mi imaginación.
Entre ellos había varios libros de ese personaje que no me había impactado tanto la primera vez, pero el ejemplar que tomé me atrajo de inmediato.



De alguna manera me cautivó la portada, con su aire "noir" que insinuaba una trama mas elaborada para alguien que como yo, de lleno en la adolescencia, ansiaba lecturas más elaboradas, más maduras.


En su interior los colores, no puedo decir más vivos, pues la mayoría eran tonos oscuros, sino con mayor contraste, asociado a formas más dinámicas, a un argumento atrayente y a medida que leía, a una sucesión de eventos ingeniosamente encadenados que hacían la lectura atrapante, casi adictiva.


Todos esos elementos hicieron "click" en mi cerebro para hacerme seguidor entusiasta del personaje y sus aventuras. Si bien no entendía muchas de las alusiones que hacían a un bagaje histórico del universo del personaje, eso no fue impedimento para disfrutar como enano de su lectura. Solo con el tiempo comprendí que aunque el personaje era el mismo, los autores y su forma de abordarlo eran distintos. Y esa variedad, ese potencial de fascinar al lector por medio de visiones creativas distintas  fue lo que me cautivo hasta hacerme un leal seguidor de la serie.

Viviendo en provincias, era muy difícil  acceder a los libros de historieta franco belga. Debía darme por bien servido ante la posibilidad de acceder al cómic de superheroes en buenas ediciones gracias a editorial Vid (cuyo impacto ya se comentó en esta entrada).
En una época en que el internet era arcaico, sin las inmensas ventajas actuales (entre ellas la descarga de cómics digitales a tutiplen), la expectativa generada por las posibilidades limitadas (por cuestión económica, de acceso geográfico y de estrategias editoriales adversas al consumidor) de conseguir nuevos ejemplares, aumentaba considerablemente el placer de su lectura una vez conseguidos.


Después de esos dos acercamientos, fui haciéndome a otros números cargados de nuevas aventuras del personaje, algunas verdaderamente apasionantes, otras insulsas, o simplemente no tan emocionantes, pero todas ellas aportando hilos para el telar de la composición del concepto de Spirou en mi psique de devoto del cómic, permitiéndome construir una idea más global,  como personaje y como estructura editorial. Y son todos esos elementos, recolectados a través de mi viaje lector por las ultimas dos décadas los que me impiden resumir en una frase lo que me emociona de Spirou.

Pero sí hay una idea firme (una opinión personal en todo caso, pero respaldada por muchos análisis de distintos autores y estudiosos del cómic) cuya insolente simplicidad asombrará tanto a los que (casi) nunca han leído cómics, como a los grandes conocedores del mismo: 
Spirou es mas o menos lo que podría haber sido Tintin si Herge hubiera permitido que otros autores continuaran sus historias.

Aunque Spirou apareció 9 años después, su Journal es anterior a Le Journal de Tintin, y se ha publicado de manera ininterrumpida por 80 años. 


Es la "libertad editorial" de Spirou lo que le ha permitido evolucionar mas allá de lo que se le permitió hacerlo a Tintin, pero guardando el sabor de un clásico. Con ello no quiero demeritar al aventurero periodista del mechón rubio (al que nunca le vimos un solo articulo escrito), ensalzando al botones pelirrojo (al que casi nunca lo vimos trabajando en un hotel).

Debo aclarar que en la historieta franco belga la gran mayoría de personajes (Tintin, Asterix,  Lucky Luke, Valerian, Los Pitufos y un larguísimo etcetera) son "propiedad" de sus creadores/autores, quienes de forma individual, o a través de empresas constituidas a partir del personaje en mención, ostentan los derechos sobre la divulgación, distribución, o cualquier modificación artística alrededor de la imagen del personaje. De esta forma las estrategias editoriales y por ende las historias que "vivirán" nuestros héroes son definidas exclusivamente por sus autores. A diferencia del cómic superheróico norteamericano (el genero mas ámpliamente difundido en el mundo), en donde los derechos de autor pertenecen a la editorial. Así el destino de Superman, Batman y todos los personajes Marvel y DC cómics que tan populares son hoy día gracias a sus películas es determinado por quien o quienes en un momento dado conformen la junta directiva de la editorial. Son ellos quienes deciden, de acuerdo a la cotización del producto en el mercado, qué artistas (guionista, dibujante, entintador, etc...) se harán cargo del personaje y que imagen quieren proyectar del mismo ante el gran publico. Dichos personajes son más productos comercializables que creaciones artísticas, y la rentabilidad de los mismos ha definido durante décadas el vaivén de sus historias con la consecuente irregularidad argumental que hace que un personaje como Batman (por citar al más popular) tenga tan buenas historias y otras absolutamente nefastas, a veces con muy pocos años de diferencia de publicación.
Esas dos formas de propiedad intelectual tienen para los personajes y sus lectores/consumidores ventajas y desventajas, que no hacen mejor o peor un sistema o el otro en términos de rentabilidad. La popularidad de Batman o los héroes Marvel es incontestable, equiparable a la del archifamoso Tintín. Donde parece tener más impacto la diferencia entre los dos sistemas es en la calidad de las historias. Siendo muy simplistas podríamos decir que el cómic norteamericano "mainstream", al obedecer a los designios de una compañía, se rige más por las fluctuaciones del mercado bursátil, considerándolo más "comercial", con historias menos elaboradas y de menor calidad; en tanto la historieta francobelga es mas "independiente", más "de autor" (lo que no impide que colección que no sea rentable en el mercado francófono, colección condenada al cierre). Lo anterior obviamente no deja de ser una burda generalización (hay algunas historias del género superheróico con unos niveles de calidad que envidiarían las más encumbradas series francobelgas), pero esa concepción, extendida entre la mayoría de conocedores del cómic, por más simplista que sea (y que menosprecia en cierto modo el genero de los superheroes), es la que prima, y lo hace en parte por el mayor valor intelectual que se da al cómic "de autor" sobre el cómic "comercial".

En principio, que un autor siga a cargo de un personaje por mucho tiempo le permite en cierto modo ser más "fiel a si mismo", a través de una consistencia  argumental, ideológica y estética muy sólidas. Es así como la imagen icónica de Tintin se mantiene casi inalterable, en tanto que la de los superheroes es un poco más difusa, dependiendo del artista y/o la etapa editorial en curso. Sin embargo, dicha autoridad sobre la propiedad intelectual también puede dar origen a ciertos "vicios" que ensombrecen la trayectoria de un personaje, ocasionados en parte por un agotamiento creativo de sus autores/creadores, quienes en la mayoría de los casos han optado por continuar la serie, con la consecuente mengua de calidad (Aunque hay otros autores que han decidido cortar por lo sano para evitar precisamente eso, permitiéndole a su personaje alcanzar más fácilmente la inmortalidad, siendo el caso de Mafalda (entre otros), que sigue vigente tras más de medio siglo, a pesar que Quino, su creador, dio punto final a sus historias en 1973). También en contadas ocasiones la rígida visión del creador del personaje le impide a éste evolucionar, tornándolo anacrónico, incapaz de generar impacto en un mundo en el que ya no tiene cabida, llevándolo a su desaparición.

Hay ejemplos más contados en que una decisión radical de un autor/creador sobre su personaje ha tenido consecuencias abrumadoras a nivel cultural y financiero. Tal es el caso de Tintin. Su creador, Hergé, dejó estipulado que tras su muerte ningún otro artista tendría derecho a continuar las aventuras del personaje, siendo la última de ellas publicada en 1976. Desde entonces los herederos de los derechos de imagen y comercialización de Tintin han buscado rentabilizar el personaje por medio de, más que las historietas (que aun se veden bien), del merchandising (que se vende mucho mejor), logrando, con el paso de las décadas la consolidación de un imperio económico cuya principal fuente de ingresos actuales (ademas de ropa, utensilios, derechos cinematográficos y televisivos), son las subastas de dibujos y planchas originales de Tintin, que han logrado cifras astronómicas. Moulinsart S.A., la empresa que gestiona el legado de Hergé lo hace con mano de hierro y es muy celosa de la calidad de los productos de merchandising pero sobre todo de la rentabilidad que le deben generar. Para nosotros, los asalariados promedio, los productos relativos a  Tintin (figuras, ediciones de colección de sus aventuras, etc) no son nada económicos. Ahora imagínense lo frustrante que debe ser para un niño, emocionado tras leer alguna de las historias de Tintin, encontrar que es imposible acceder a alguno de estos costosos productos de su héroe favorito. Obviamente será más fácil conseguir productos relacionados con sus héroes Marvel o DC, que abundan en todas las calidades y precios imaginables, y por ende se hará más fanático de los superheroes que del héroe de corazón puro. Lo anterior genera la incómoda sensación de que Tintin ya no es un personaje a la medida de niños y jóvenes, siendo ahora más apreciado por adultos nostálgicos (en el mejor de los casos) o coleccionistas insufribles ostentosos (en el peor de los casos). Pareciera que, tras casi un siglo, Tintin ha dejado de ser el héroe de los desfavorecidos y desafortunados, para convertirse en benefactor de los opulentos y de los empresarios tiburones.
Pero la consecuencia más grave para un lector de historietas (en el fondo un consumidor de buenas historias como cualquier buen lector de todo tipo de literatura), que ha pasado casi inadvertida en medio del sentido lamento por el devenir de la imagen cultural del más grande héroe imaginario de mi infancia, es el hecho de que no hay nuevas historias de Tintin hace más de 40 años. Gravísimo! Los que lo leímos y disfrutamos de niños tenemos casi memorizadas sus aventuras (al punto que no he querido releerlo en los últimos 20 años, esperando al haber olvidado sus detalles poder sorprenderme de nuevo la próxima vez que me asome a sus paginas). Los grandes personajes de la historieta mundial han seguido publicándose con mayor o menor fortuna, pero sin dejar de aportar nuevas historias cada poco o mucho tiempo. Tintin no. Ya no hay más. se acabó. Hay que contentarse con las 24 aventuras conocidas. Hay personajes creados para escenarios muy ajustados, para historias cortas (o una sola historia), algunos de ellos maravillosos, pero que no funcionarían por fuera de dicha historia. Pero otros, más icónicos, como Superman o Batman, Lucky Luke o Asterix, Garfield o los Pitufos, tienen el potencial de producir cientos de historias en las que pueden reinventarse sin dejar de ser ellos mismos, evolucionar sin dejar su aroma clásico. El hecho de que un personaje tan icónico y tan universal como Tintin, con un potencial imaginativo tan potente, casi inagotable, esté limitado a solo esas 24 historias, y que no tenga la oportunidad de ninguna aventura más me parece una de las mayores injusticias jamás sufridas por un personaje de ficción. 

Que tiene que ver lo anterior con Spirou? Que de entre todos los personajes imaginarios creados en cualquier medio cultural en la historia, es el que guarda más parecido con Tintin, no solo en las características estéticas (mechón de pelo característico, acompañado siempre de su inseparable ardilla Spip...) y argumentales básicas (joven casi niño, sin filiación familiar conocida, de corazón noble y valentía sin limites, trotamundos...), sino en los avatares de su historia editorial y en el impacto cultural generado a partir suyo, incluso en la virtud de elevar a su autor a la calidad de genio absoluto de la historieta. Y sin embargo no podrían ser dos personajes más distintos, y  la sola posibilidad de considerar al segundo una copia del primero es absolutamente insultante.

Para ahondar un poco en sus diferencias y semejanzas, nos enfocaremos directamente en Spirou, a través de un recuento histórico y bibliográfico del personaje.
Así como Tintin en sus inicios fue creado como un medio de proselitismo religioso católico anticomunista, Spirou también surgió como representación de un objetivo, más que como personaje con una idea establecida. El editor Jean Dupuis lanzo en Abril de 1938 un magazine inspirado en los comic-book norteamericanos, con el objetivo de impulsar la creación de historietas autóctonas belgas para el público juvenil, muchas de las cuales ya tenían argumentos desarrollados, listos para ser publicados en el primer número. Fue bautizado Le Journal de Spirou, nombre que en lengua valona significa "ardilla" (haciendo referencia a la astucia o intrepidez de este animal) y en tal medida se le encargó al dibujante Rob Vel crear un personaje mascota que representara el nombre y el ideal de la revista. El artista ideó a un botones de hotel, basado en sus propias experiencias como camarero naviero, y tomándose aun mas literalmente el sentido del encargo, creo a su inseparable ardilla Spip menos de un año después.
21 de Abril de 1938. Primera aparición de Spirou. El tono ingenuo que destila esta primer pagina camufla un recurso narrativo metaficcional muy adelantado a su tiempo: El artista en la historia, trasunto del propio Rob Vel crea al personaje que protagonizará la propia historia, con una frase inocentemente grandilocuente que sería premonitoria y contundente  "...será único en su género".

La primera aparición de Spip. 
En principio las historias del botones tenían una pagina de duración, primando en ella el humor inocente, dado el público infantil al que iban dirigidas. Un poco anodinas si la comparamos con el Tintin que se publicaba en esas mismas fechas (El reportero rubio ya contaba entonces con historias largas de aventuras a lo largo del globo y tenia en su haber por lo menos una obra maestra de la historieta de todos los tiempos: El Loto Azul).
La segunda guerra mundial sería determinante para la gran mayoría de historietas europeas en general y belgas en particular. Durante la ocupación alemana las publicaciones de Le Journal de Spirou (y muchas otras revistas) serian objeto de una feroz censura fascista, misma que repercutiría en sus autores, como en el caso de Rob Vel que, atrapado en circunstancias inherentes a la guerra, no pudo continuar con las aventuras del botones. Vendió en 1943 los derechos de autor de Spirou a la editorial Dupuis y ésta se encargo de ponerlo en nuevas manos. Ese evento casi fortuito sería el detonante de la futura evolución de Spirou como personaje. El depender de las decisiones de la editorial (más que del autor), similar a como ocurría con los recién creados superheroes en el nuevo continente (Ya entonces existía Superman, Batman, Wonder Woman... faltarían dos décadas para el aluvión de Marvel cómics) le permitiría crecer con cierta libertad, de mano de artistas con visiones y estilos distintos, pero ajustados siempre a ciertas condiciones tácitamente establecidas por la editorial de cara a la imagen que debía dar ante el Público.
Es por ello que a diferencia de Tintin cuya figura es inseparable de su creador Hergé, la "paternidad" de Spirou no puede ser reclamada por ningún autor. Cada uno de los artistas que han trabajado con el personaje han aportado elementos constituyentes de su condición de ícono. Si bien Rob Vel ideó al personaje, sus historias infantiles son un limitado prospecto de lo que vendría después.

Es así como podemos hablar de distintas etapas en la historia del personaje, relacionadas directamente con el autor o equipo creativo encargado en su momento del botones.
Ya mencionamos la de Rob Vel. Su reemplazo, Joseph Gillain, el gran Jijé, tomó las riendas del personaje desde inicios de la década del ´40, estilizando su figura y proponiendo aventuras menos rígidas, un poco más largas, con argumentos menos simples, con un enfoque más humorístico. Con el fin de darle un contrapunto surrealista más cómico que infantil al joven botones, crea al que sería su mejor amigo, Fantasio, en 1943.
Las siguientes viñetas son un ejemplo de la notable mejora en la etapa de Jijé. Las situaciones inverosímiles permiten el despliegue de ciertos gags humorísticos que enriquecen mucho el personaje casi plano que Rob Vel proponía:




No era para menos, siendo Jijé el grandísimo artista que fue. Un todoterreno, maestro de maestros en el difícil oficio de la narración gráfica. Siendo uno de los más apetecidos dibujantes en activo, tuvo que dejar  muchas de sus series en manos de sus colaboradores. Entre ellos se encontraba el joven André Franquin, quien se inició tímidamente con las aventuras del botones, desde 1946, con un estilo que inicialmente bebía mucho del de su maestro, pero que rápidamente evolucionó hacia una identidad artística poderosa y autentica, convirtiéndose en el autor definitivo de la serie, en lo más parecido a un "padre" para el universo de Spirou (como Hergé para Tintin). Con Franquin inició la considerada edad de oro del personaje. Sobre ello ahondaremos el próximo mes, cuando prosigamos con este monográfico sobre Spirou y Fantasio.

(Continúa en la entrada siguiente)  

Mientras tanto, para los interesados en el cómic francobelga en general, en esta pagina nos ofrecen un recuento histórico corto y sustancioso, fácil de seguir,  y que lo deja a uno con ganas de conocer muchas de las series y autores que menciona. Que lo disfruten.